9.

Encontraron el depósito-cueva de las esporas.

Defecar no será más nunca defecar.

Producir lo asimilado.

Descargar lo inmundo que alberga nuestra alma en lides de guerra.

Defecar también pudo ser en la memoria generar energía irracional: ira.

Nunca fueron al baño a propósito.

Esperaban el momento señalado.

Fraguar un crimen necesitó de la constipación, el cólico y la mierda,

para generar la violencia que impulsa un crimen.

– ¿Cometió usted el crimen?

– Sí, señor.

– ¿Cuál fue el motivo?

– Geopolítico.

– Eso está bien, lo entiendo, pero la escena del crimen es sangrienta. Requirió de mucha violencia. ¿Cuál fue la razón de su enojo?

– ¿Sinceramente?

– Por favor.

– Tenía más de dos años sin ir al baño.

– ¿Del uno o del dos?

– Del dos.

– Siga.

– El dolor de hacer un pupú añejo fue lo que generó la ira que le transmití al protagonista para que cometiera el crimen.

– No hubo protagonista. Usted ejecutó el delito íntegramente.

– Creí que tenía un alter ego.

– No.

– La ira lo pone a uno ciego, no es mentira.

– ¿Así de dolorosas deben ser las cagadas?

– Y de largas.

– Dos años… es comprensible. Es nuevo conocer que el dolor atesorado genera ira…

¿Quién guardaba las esporas?

Eran laxativos.

Ahora las administran los astronautas.

Pero creo en firme que cuando se produce ése inmenso dolor en el culo, en los intestinos, esa cosa seca que raspa, que lacera, que no baja con facilidad… se suma dolor.

El cólico inimaginable y toda esa mierda en depósito; la conciencia de la mente de la inutilidad de la cagada; todo eso impulsa a la bestia a marcar la condena de un inocente, a cometer el crimen.

Nadie hace pupú. El agresor caga la ira. La esconde para que no se vea el alma que salta y mata, se desfoga en el otro quitándole la vida, prohibiéndole a Dios, la existencia, el perfume.

Entretanto alguien mira lo que sucede, impasible, atónito, puede que asqueado.

Se producen mil malentendidos.

Toda una eternidad para acallarlos.

El testigo, que es presencial, no hace nada. Sólo ve cómo una energía rauda contenida en persona asecha al inocente señalizado.

Va a lo suyo.

Directo al cuello y estrangula.

Es posible, con la tecnología actual, conectar el toilette con el delito penal, terrorista, teológico.

8.

Superstición.

Avisaron en la mañana que las bestias usarían superstición contra las personas.

La imagen de un Cristo enjaulado que inocula odio.

Lo vi y busqué un destinatario preciso.

No había.

Vivir de la mentira y propagarla no es sano para nadie.

El hombre no sabe que lo hirieron a muerte.

No puede ser de otra manera.

Es la vida.

Dios nos prestó la mentira y la vistió de fantasía para que creáramos, hiciéramos arte, pero asegurándose de que viéramos Verdad en el momento acordado.

La fantasía es esa herida.

Pensar la mentira equivale a morir.

Que se cuele en nuestra mente y la tomemos por cierta advierte de un dolor, una frustración, una necesidad o una discapacidad.

Aprender a leerla.

Los artistas deben repensarse.

La fantasía jamás es una mentira. Es un mecanismo de defensa que emergió de la locura para hacer vínculo con sus portadores.

La realidad es difícil porque las bestias poseen cuerpo humano.

Cuando se vayan sus cuerpos serán lo que son: reminiscencias.

Sabremos identificarlos y no dolerá más.

Nunca más el refugio de la mentira, que no es fantasía, ficción.

Ese mundo no debe existir en nuestra mente.

O existir apropiadamente.

Sólo memoria.

Mentira, superstición, magia, fantasía, creación, engaño, farsa, estafa, fraude, impostura…

No puede ser fuente de creación.

El cerebro no sabe beber de estas aguas.

Son infestas.

Anidan esporas.

¿Pueden producir infección en el cerebro?

¿Las enfermedades neurológicas vienen de allá?

Así opera la fantasía.

Pensar mentira es una forma de negar la realidad, evadirse.

Cuando escribimos fantasía elaboramos superstición.

¡Sí, eso es!

La palabra es superstición.

Esa es la conducta de la fantasía que producen la bestias en nosotros.

Cuando creemos sus historias nos hablan de superstición.

Cuando escribimos historias de fantasía lo hacemos pensando en la cábala, la probabilidad de que algo de eso ocurra. Narramos la estadística de la muerte, la crueldad, la política, la acción militar de su estado-nación.

Estructuramos casualidad en lugar de causalidad. Impensable.

¡Sí, así es!

Superstición.

Ahora sabemos que la fantasía debe ser una lección de moral, nacida de una estética más firme.

7.

Naúseas.

No puedo ni quiero hablar.

Me obligaron a hacerlo.

Tuve que gritar la guerra.

La guerra absurda en la que el ser se juega la vida.

Naúseas.

No me está permitido vomitar. Por protección.

Son especie. Bestia. Aire. Vapor. Energía.

Contar lo que va no siendo hasta desaparecer no permite seguir.

O lo boto escribiéndolo o lo boto vomitándolo.

Y no puedo vomitar.

La naúsea no me abandona.

Otra vez las lágrimas que no bajan en los ojos.

Delicado equilibrio del intelecto.

Cuidado con rasgar.

Un mal quiebre podría dejar sola a mi mamá y no se puede.

Por ella no vomitar y no llorar y aprender a ver.

Las dos solas y mi almohada que se escondió, mi padre que murió, mis hermanos que emigraron y mi hijo que no nació.

Debo pensarte y la naúsea me lo impide.

La maldita naúsea que te delata.

La naúsea que provocas para no seguir y descubrirte, tras tu pista.

Un rabino del campo, formado en la provincia, supo de la energía nuclear y se animó a entrar. Cuando lo hizo no perdió tiempo en mientes, se lanzó hacia lo alto y dejó su cabeza, quiero decir un pedazo de sí, en el lugar de Dios. Lo mismo hizo un niño con Síndrome de Dawn y un sociópata.

Todos estaban en el lugar de Dios.

Y Dios desapareció.

Ya no se le pudo ver ni sentir.

El rabino simplón fue el primero que lo hizo y no dijo nada.

Por soberbia.

Repentina.

Un dulce mal. Puede que el sitio.

Tal vez un mal patriotismo.

¿Sabía lo que hacía?

El efecto fue inmediato. La gente se puso agresiva. Y la poceta se inauguró.

Luego vino el niño con Síndrome de Dawn y se creó el hula hula, la energía, el conocimiento partido a la mitad que permitía odiar lo necesario, sentir light. El sociópata pensó en todo el mundo pero algo le falló y se llevó por delante sólo a su pueblo.

Integró.

Murieron el sociópata y el niño enfermo. Se reparó la asimilación de la realidad. Eso permitió percatarse de que habían creado y propagado la droga que anula la voluntad. ¿Qué droga es esa?

María Elena, la mujer bully, es la esposa del campesino en el lugar de dios y nadie lo sabe. Cuando intiman ya no hay voluntad. En cierto sentido es mejor a que no haya mecanismos de defensa.

La experiencia sigue siendo igual de terrible. Una resignación peligrosa. Una frustración que no es motor. Ya nada quiere ser resuelto, entendido. El efecto dura mucho porque están juntos los amantes.

Nadie sabía de esto.

El amor lo puede todo.

6.

¿Qué es la fe?

Me doy cuenta que crecí sin saber qué era.

Estudié en un colegio cristiano.

Aprendí a verlo, a creer en Él, Jesucristo.

No supe que no veía lo que debía, lo que era.

Conocí a una amiga que tenía mucha fe.

La admiré.

La emulé, y cuando faltó por completo, la envidié.

Me hizo darme cuenta que la mía no era.

No la tuve.

Tal vez ansiedad, desesperación, soledad.

Quizá no se podía.

Lo cuento para que la inmensa minoría oiga y tal vez les sirva.

Tengo lágrimas en los ojos pero no bajan.

Hubo muertos inocentes. Muchos.

No soporto a los rabinos.

A ninguno.

No me interesa su fe.

Me doy cuenta que mi fe tiene la edad de una niña de 7 u 8 años.

Es chiquita, pobre, no nata.

¿Cómo es posible?

Porque no soy de ellos, los cristianos.

Soy como las bestias que creen en el Creador cuando se dan cuenta que están hechos de estrellas que titilan porque se están apagando, de cometas que iluminaron lo que no pudo verse, de desechos del cosmos, de iras que no se quieren escuchar porque se dejaron de entender.

Es basura, mierda, enojo, frustración, mentira…

No soy puta.

Estoy en mi derecho.

Mujer.

Libre.

La teología judía legitima a la puta pero desdice perversamente de la madre, reserva; profesionista, perra.

Por eso desdigo de los rabinos.

Si no ven la vida donde nace, ¿cómo podrán diferenciarla de la muerte?

¡Quita el techo que trunca la feminidad!

Está hecho de himen, colocado por maricos que se esconden en un closet transparente.

Miente virginidad.

Pregona burdel.

El burdel en que Israel convirtió el conocimiento, el ansia de saber. Pecado. Castigo. Prostitución y muerte.

Liberadora muerte la inexistencia.

Dicen que quieren hablarme.

Yo ya no quiero dirigirles la palabra.

¡Resuelve el abuso, el engaño, la locura fantasía, el mentiroso poder!

Entonces hablaremos.

Hice el trabajo que te correspondía hacer.

Enfrenté al loco y lo llamé árabe para no ofenderlo.

Tantas veces me vio, tantas lo hice reír, lo desenmascaré para que le dieras muerte.

No lo hiciste.

No lo hiciste.

No lo hiciste.

No me corresponde matarlo.

No soy tu pueblo. Soy de Él, Jesucristo.

Murió en la cruz para que modelaran la mía en su factura.

Diste amor cuando no debías y guardaste tu odio de todos, hasta de ti mismo. Debías sentirlo, quitarte el hábito y proceder como los hombres cuando una mujer está en apuros, abre las piernas a quien no debe, entrega el corazón al impostor, huele lo que no debe y que le cuesta la vida, la última que le dijeron que tenía.

Tengo la sospecha de que diseñaste un protocolo para mi.

No lo cumpliré.

Ojalá falte una parte, teológica y ortodoxa, para que finalmente entiendas por qué Dios me prefirió rebelde.

5.

No ser. No creí nunca que en verdad podía ser una opción.

Un mecanismo de defensa.

Edna estaba habitada.

Su madre era su inquilina.

La hacía creer bella.

La hacía creer fea.

O sucia.

Luché por Edna.

Ella no luchaba.

Manipulaba.

La madre.

El poder se sube a la cabeza y la gente se pierde.

¿Por qué tiene el común que tener acceso a ése poder?

Si puede destruirme no debería estar disponible.

Tal vez al revés.

Quizá si Edna hubiera tenido acceso al poder habría tenido una oportunidad.

No la tuvo.

Se estableció que no la tuviera.

Todo es loco, irracional, mortal.

La madre decidió una vida más que la suya.

¿Prolongar la juventud?

Y mató a Edna porque las dos no cabían en un solo cuerpo.

No todos lo saben.

Por eso se inundan de cuerpos.

Sobrevive el más fuerte.

O el más inteligente.

O la más bella.

O la más testaruda.

Se produce un proceso de selección de personal.

Los ambiciosos deben ser castigados.

Van muriendo sin ser vistos.

Sin dolientes.

Nadie existió con tal nombre.

Pruebo a éste.

Si me descubre se queda.

La verdad los hará salvos.

¡Qué lástima era muy sexy!

Y los salvos aguardan su turno de gobernar.

Tal vez sentados en las piernas del poderoso intercambiando intimidades sexuales.

Tal vez no.

La muerte directa, franca.

Y te conviertes en un ser habitado.

Los inocentes están lejos de esta historia.

Son el futuro.

Tienen orgasmos, empleo y plata.

Sobrevivirán.

Pero Edna no pudo.

Hoy descubrí su cadáver.

Estaba lleno de gusanos.

No pude establecer el día en que empezó a arrastrar su muerte.

La cargué, a ella y sus larvas, sus moscas, su ecosistema mortuorio,

y la lancé al cosmos.

La sentí desaparecer.

Fue su única opción de vida.

Nunca sabré si fue buena o mala.

Si quería la muerte o la vida.

Si conservó el corazón.

Si se acordó de mi nombre.

Sí, es mejor el silencio del cosmos.

Aquieta y al mismo tiempo arrulla.

4.

No quiero semejanzas

No quiero saberme o sentirme igual a ellos.

Son bestias.

No soy mejor.

¿Por qué lo sería si tu no lo dispones?

Esa es la gran lección que debo entender.

Escribo con rabia.

Es el dolor.

Es la soberbia.

Es la realidad

Es la fantasía.

Es dura la constatación pero también es más cómoda, más segura.

No sé bien si es mejor el amor que la inteligencia.

Quieres que la use y veo el horror y me semejo.

Muchas cosas de ellos puedo sentirlas yo.

Sí puedo comportarme así. Es la inteligencia que puede enloquecer.

Somos niños entonces. Es verdad.

Sólo así podemos ser gratos para ti.

¿Por qué me diste intelecto y me mostraste al mismo tiempo que puedo retarte, igualarte,

rebelarme?

No comprendo ya nada de lo adentro o de afuera.

Todo me es ajeno.

Voy en círculos alrededor de ti.

Tal vez me educas cuando ya no quiero lo que me diste porque el horror allá resuena dentro de mi. No quiero fallarte porque temo tu castigo. Pero no soy al mismo tiempo. Entonces dónde sí soy sin ofenderte.

No quiero que me eduques.

Es fuerte constatar la autoridad desde la inteligencia.

Obedecer y pensar libremente al mismo tiempo.

Necesito guías.

Pero también haces que el mal dentro de mi sea factible.

Es todo tan insulso, tan trivial.

Da asco la conclusión.

No me dejes.

No me alejes.

Sírvete de mi.

No sé qué es la inteligencia y comprendo que se usa cuando lo permites.

¿Ves? Soy obediente.

¿Ves? Quieres que me rebele.

Soy mujer.

No quiero rebelarme y no quiero pensar distinto a vos, a tu hijo.

¿Es la inteligencia que tenían, que tuvieron, que creen que preservan?

No hagas turismo con mi espíritu dolido, quebrado de comprensiones absurdas, sin eje ni sentido.

Son estúpidos y estúpida es su muerte.

Me rompo.

Aúllo.

El dolor me tumba.

Eres Tú.

La inteligencia eres Tú.

Quiero llorar, morir.

Vanidad.

Tonta que he sido.

Me cuidaste.

No permitiste que fuera lejos.

¿Crees que puedo?

3.

Había una bella que era inteligente. Con prestancia.

Luego la vi y tenía gusanos en el cuerpo.

Su cara destilaba el asco.

No era soportable verla

ni entenderla.

Todo se reduce a lo idéntico.

No es el mal. Es la consecuencia del mal.

El hombre no debe ponerse en el lugar de Dios.

Si tiene dudas reza o le pregunta a Él.

Hoy no quise escribir más.

No quise crear.

Asomarme a la Creación.

Ser mientras pinto o escribo o pienso.

Le estoy estudiando firmemente.

Sólo quererlo y cocinar para él.

Atender la casa y acompañarlo en su sueño.

Es hombre, es fuerte.

Tiene hombros para llevar el peso de la muerte.

Yo no.

La Creación, hoy, tiene mucho de muerte.

Dios no me deja sentirlo, que me acompañe en mi duelo.

Duele tanto escribir, entender, verlos acercarse desde su tumba para mostrarme el monstruo.

La droga que aniquila la voluntad cuando cede, se acaba, hace que los tejidos que unen el cerebro al cuerpo cedan, se rompan y la cabeza cae, produciendo dolores horribles de cabeza que ponen violenta a la persona y la inducen a cometer actos deleznables.

Es el Armagedón.

Falta una pieza. Dios debe saberlo.

¿Por qué yo debo entender?

Y explicar, contar.

No quiero que mis letras se vuelvan grises y mis dibujos apesten dolor.

Parece que no cesa y luego amaina y vuelve y agota.

Debo escribir.

¿Por qué?

Para justificar mi parcela en el mundo. Para que resista mi vanidad. Para que mis vicios me anclen a tierra.

No soy distinta a ellos.

Sólo mujer.

Una mujer que no quiere escribir ni pintar porque sabe que esa muerte es terrible de imaginar. Las bestias no temen al dolor.

Las bestias, ¿cómo pueden vivir sin Él?

Imagino esa vulnerabilidad en mi… tal vez el engaño. Uno pequeño seguido de uno más grande y así sucesivamente.

No sé el mundo.

Dices que dejaste un hueco para que no se olvide.

Cometí el error de mediar por ellos y la tarea se hizo apoteósica.

Empecé hablando de Edna y ahora siento que vivo su infierno.

Si no te veo se cuela la posibilidad de que puedas abandonarme.

¿Es posible un oasis de fe, sin referentes visibles?

Así te viví.

Te resiento.

La muerte me agobia y me seca por dentro. Es tan fácil alejarse de ti ahora.

¿Depende de quién la sanidad, el espíritu fuerte, recio, determinado, incluso para la mujer?

No hay gravedad, piso, estancia.

Todo a mi alrededor es volátil.

No quiero escribir más. Crear. Pretender que soy como el que es.

2.

Doy fe del traspaso. De un mundo a otro.

Una locura que no se sustenta, no se tiene firme, no arraiga.

Nací para este momento.

Acompañar a los locos a la muerte.

Constatar lo que cada generación constata.

No se sana esa locura.

Siempre fue química. Hoy se supo cómo.

¿Fatigaste tu propio cuerpo para fatigar el mío?

Me obsequiaste con tu muerte.

Me obligaste a ver tu genocidio.

Auto genocidio.

Suicidio.

Locura colectiva.

Muerte acordada.

Te acompañaré hasta el fin.

Te llevaste mi vida contigo y quiero que me la devuelvas.

Cuando se desprenda tu cerebro de su coraza, la piel, los huesos que lo protegían, seré.

Seré libre.

Seré implacable.

Como escribió Neruda.

Como Paz.

Como King

Como Murakami.

Como Saramago.

Como Faulkner.

Como Huxley.

Como Espinoza.

Como Palacios.

Como los Rodriguez.

Como Oropeza.

Como Martínez.

Como ellos, los humanos.

1.

Muero. El silencio me inunda.

No quiero más decir.

Se acabaron las palabras. Todas.

Ya nada significa ni debe significar.

Los muertos hallaron la muerte.

Pregonaron el fin.

No puedo pensar esa muerte.

Diluye el pensamiento, lo desintegra, desmaterializa.

Ayuda.

Necesito ayuda.

Tal vez tú, más hombre que bestia, puedas tenderme una mano.

Necesito comprender para poder morir y dejar atrás lo que nunca debí conocer.

Clamo muerte y no tengo miedo.

No te acerques. Me siento sucia de pecado, de ausencia de vergüenza o moral.

Ahora mis temores son los suyos.

Un enemigo invisible que me persiste.

Un terror nocturno que interrumpe mi sueño para mostrarme el indulto.

Una presencia impuesta que intenta seducirme.

Es la muerte.

Se vistieron de noche para mostrarme su arma secreta.

Es el fin.

Droga química. Volición.

Murió su voluntad.

Autismo selectivo y deshinibición. Plural, colectiva, comunista.

¿Dónde está Dios?

Hago memoria. La voz, sigan la voz.

Es una voz. No tiene presencia o tal vez sólo yo no la veo, no la siento. Sólo la expresión de su afecto.

Morir la muerte es no verlo.

No verlo es la muerte.

Debo matar la muerte, silenciarla para siempre, para poder verlo.

Ver la vida. A Él.